El ser humano ha domesticado todo tipo de animales a lo largo de la historia. Desde el ganado necesario para su subsistencia hasta los animales de compañía más inverosímiles. No ha escapado a dicha domesticación uno de los colosos terrestres: el elefante.
En la mayoría de mis visitas por Tailandia, he pasado cerca de varias reservas y, pese a que nunca me ha interesado comprar esta experiencia turística por la connotación de crueldad animal que les asocio, siempre me ha sorprendido ver tamañas criaturas atadas por una de sus patas a un árbol o poste con una simple cadena.
No llegaba a entender porqué sus cadenas y estacas podían ser tan ridículamente pequeñas cuando, usando un micro-porcentaje de su fuerza, podrían destruirlas por completo y caminar libremente. Quizás incluso escapar de su cautiverio. Mi sentido común me decía que sus ataduras deberían tener unas proporciones mucho mayores.
Hace unos años me contaron que los elefantes son encadenados de pequeños a sus estacas. En esos primeros años de vida, por mucho que quieran separarse de esos anclajes, no lo consiguen, ya que no tienen suficiente fuerza. Así pues, a través de la repetición, aprenden que no tienen la capacidad suficente para escapar de ellos.
Este aprendizaje nunca es replanteado, es decir, al crecer y ganar masa muscular y tamaño, siguen convencidos que esa atadura es irrompible y jamás vuelven a tratar de separarse de ella. Nunca más vuelven a tratar de buscar su libertad. No son conscientes de que las condiciones han cambiado y aceptan el vínculo. Sin más.
Cualquiera que se vea reflejado en esta metáfora, no podrá evitar preguntarse qué cosas habrá repetido en el pasado las suficientes veces como para creer que son una verdad inamovible. ¿En qué situaciones nos estamos auto-limitando? ¿Somos tan incapaces de realizar esta u otra tarea como creemos?
La mejor manera de enfocar esta situación es desde el desarrollo de nuestra consciencia. Parar, observar y aprender a soltar nos ayudará a ver esos patrones mentales y emocionales que nos anclan a una serie de certezas que, en realidad, hace tiempo que podemos trascender.
Termino este post con una confesión… Al buscar una imagen en Google para acompañar este texto, me he encontrado con que no soy el primero en hablar sobre el tema, ni mucho menos. Aquí os dejo un enlace como prueba: https://www.google.com/amp/s/lamenteesmaravillosa.com/la-bella-historia-del-elefante-encadenado/amp/