Carraspera selectiva

Hoy me gustaría destacar una situación ocurrida durante mi último retiro de meditación en el centro Dipabhavan en la isla de Koh Samui (Tailandia).


El hecho en cuestión no llamó mi atención de forma clara hasta la última práctica sentado del tercer día. Se trataba de la carraspera continua de uno de los participantes.
En dicha meditación estaba relativamente distraído mientras trataba de focalizarme en contar mis respiraciones. En un momento dado, capté una más que sonora aclaración de garganta de este chico. Al estar aburrido, decidí empezar a contar cuántas de mis respiraciones pasaban entre los sonidos que emitía.


Lo que empezó como un simple juego, terminó provocando una profunda irritación en mí en un corto período de tiempo. El primer pensamiento reactivo que apareció, en el cual me recreé durante unos minutos, era el de dirigirme a él de una forma muy poco amistosa para decirle que parara de hacer tanto ruido. Estaba muy enfadado y quería  decirle que ¡estamos en un retiro de silencio!


Me di cuenta rápidamente de la intensidad física, a nivel emocional, que sentía, así que me puse a respirarlo. Esto me llevó a una segunda ola de pensamientos, más compasivos, por decirlo de alguna manera. Quería pedirle, por favor y con una sonrisa en la boca, que tratase de minimizar sus sonidos.


Continué respirando, mi intensidad emocional bajó todavía más y me di cuenta de que durante los descansos y las comidas no carraspeaba. Nada de nada. Curiosamente, en ese preciso instante, mi atención dejó de centrarse en sus ruidos, para focalizarse en los momentos de silencio existentes entre ellos. Ahí empecé a notar los sonidos de la naturaleza.


Me di cuenta que el principal perjudicado de esta situación era él mismo. Es imposible que se concentrara durante la meditación si su cuerpo le provocaba tales sensaciones físicas. 


La compasión por mi parte se tornó en absoluta. Estaba claro que no había ningún tipo de mala fe en esas acciones, hecho que no había tenido en cuenta desde un buen principio. Su patrón se mantuvo hasta el final del retiro, pero yo pude permanecer completamente impasible, ecuánime.


Esto ilustra lo que comento de forma recurrente en las sesiones. Muchas veces culpamos a factores externos de nuestro malestar, pero al hacernos “dueños” y “responsables” de lo que senimos, podemos sentirnos mucho mejor sin que nada fuera de nosotros cambie. Este es el gran poder que tenemos y que ignoramos la mayor parte del tiempo.

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