El Taller

Como algunos ya sabéis, estoy trabajando en el desarrollo de un taller de meditación que me permita compartir, con aquellos que estéis interesados, todo lo aprendido en los monasterios y retiros a los que he asistido a lo largo de este año.

Hace unas semanas, comenté mis notas con Cris. No fui consciente de cuán buena fue la idea de hacerlo hasta que vi cómo él me ayudó a darme cuenta de que el método ya estaba listo. Sin saberlo, toda la información recopilada de mis experiencias y los esquemas realizados, habían cobrado sentido. La definición de los distintos objetos de meditación, así como el orden en que me parecen más proclives de ser transmitidos, aparecieron como por arte de magia.

Apoyado en los libros que devoré en Pa’Auk Taw Ya, en las lecciones de los maestros con los que me he cruzado, y en mis propias sensaciones, el taller está listo.

La semana pasada pude poner en práctica la primera sesión con Tom y Aaron, dos americanos con los que he pasado estos días en Penang, una pareja de australianos e Ílias. El feedback fue muy positivo. Los cinco gozaron de la sesión y con sus comentarios me ayudaron a pulir detalles.

Me repuse a los nervios iniciales al tiempo que iba exponiendo en qué iba a consistir el ejercicio y todo fluyó. Consiguieron entrar en un estado de concentración y relajación profundos al combinar un par de ejercicios aprendidos en el curso de yoga y la meditación guiada, con el cuerpo como objeto.

No me habría imaginado que el primer test se desarrollaría, de una forma tan natural, ante una audiencia tan internacional y en un lugar como mi habitación del hostal Stardust. De nuevo, los escenarios que, sin querer, había ido dibujando en mi cabeza no sirvieron para nada. La realidad superó mis expectativas con creces.

En otro orden de cosas, vistas las dificultades con las que os habéis encontrado unos cuantos a la hora de dejar vuestros comentarios, he optado por cambiar el filtro anti-SPAM. Ahora no debería daros problemas. Si no fuera así, os agradeceré que me lo digáis para buscar nuevas soluciones.

A Corazón Abierto

Una pregunta que me repite bastante la gente que voy conociendo por el camino es qué es lo que más echo de menos de casa después de tanto tiempo fuera. La respuesta es obvia, pero tardé cierto tiempo en darle forma. Ahora lo sé. Lo que más añoro es el amor y la ternura de los míos.

A lo largo y ancho de esta experiencia que estoy viviendo, he conocido a un número considerable de personas. A la gran mayoría ni les recuerdo. Se quedaron en aquél pueblo, monasterio u hostal donde coincidimos. Forman parte de aquél presente que ya pasó. Con otros pocos, en cambio, he establecido un vínculo más profundo e íntimo que me llena y me permite seguir creciendo. La distancia física entre nosotros podrá crecer pero, de algún modo u otro, seguiremos conectados y aprendiendo juntos.

En el top 2 se encuentran Cris y Pierre. Ambos han visto mi alma totalmente desnuda y vulnerable. Hemos desarollado niveles de empatía, comprensión, cariño y crecimiento personal que se acercan a límites antes desconocidos para mí. Nuestras diferencias culturales no han hecho más que intensificar las sensaciones de cada momento compartido. El rol de maestro y alumno ha ido cambiando a lo largo de cada larguísima conversación.

Aparte de estos dos últimos, que me lo han dado todo, extraño el amor incondicional de mi familia y amigos más cercanos que se han entregado a mí, sin esperar nada a cambio. Esos y esas que son capaces de vislumbrar mi estado de ánimo en un abrir y cerrar de ojos. Aquéllos y aquéllas a los que recurro cuando me siento lleno de energía o, por el contrario, cuando el sufrimiento e insatisfacción hacen mella en mí. El cuerpo me pide su contacto. Añoro sus besos, abrazos y caricias.

Al mismo tiempo, echo de menos la sensación que me produce quererlos, entenderlos y esforzarme para estar más y más cerca de ellos cada día que pasa. Poder dejar brotar ese amor naturalmente, sin complejos, y sentir esa sensación que me hace vibrar es lo que me hace tener unas ganas locas de volver. A todos y todas los que os dais por aludidos, sabed que ¡os quiero!

Parece mentira que haya necesitado cruzar el mundo entero y pasado cientos de horas en soledad para poder observar todo este flujo de emociones y sentimientos. No podría estar más agradecido al universo por haberme dado la opción de encontrar el camino hasta este momento. Todo lo que me ha sucedido en estos 29 años y medio de vida, bueno y malo, me ha traído hasta aquí.

Si volviese para atrás en el tiempo, me esforzaría en cometer los mismos errores y aciertos para poder generar de nuevo esta vivencia. Gracias a todas las personas que me empujásteis a venir. Soy consciente de que no era vuestra mejor opción, ya que implicaba que nos separaríamos por un tiempo. Gracias, gracias y gracias.

El juego

Primer día de playa en este viaje. Después de pasar mi primera noche en Penang, decidí regalarme un día de sol en la playa de Batu Feringhi. Me la habían pintado bastante mal, por el hecho de que me la encontraría llena de gente, pero esto no me hizo cambiar de idea. Quería sentir la arena bajo mis pies y darme un largo chapuzón en el mar. No me importaba, para nada, en qué condiciones.

Al bajarme del autobús urbano, me dirigí hacia ella y pude comprobar que tales afirmaciones no se correspondían con la realidad. Aparqué mi toalla, me tumbé y me sentí aliviado por haber dejado atrás, definitivamente, las lluvias del norte de Tailandia. Pasé un par o tres de horas en silencio, tostándome al sol, y observando la volatilidad de mis pensamientos.

Después de comer, decidí llegar al extremo de la playa dando un paseo. Durante el recorrido, me di cuenta de que llevaba varios minutos completamente abducido por un recuerdo antiguo. Ese momento me sirvió para traer al presente un juego que me había inventado en el monasterio y que había olvidado casi por completo.

Partiendo de la base de que nestras mentes divagan sin cesar, este ejercicio tiene como objetivo profundizar en la toma de conciencia de la secuencia que siguen nuestros pensamientos. Nos solemos dejar llevar por ellos y parecen no tener conexión, pero no suele ser así. Una idea, un plan o una memoria nos llevan siempre, o casi siempre, a la siguiente imagen mental, ya sea del futuro o el pasado. Están conectados de alguna forma.

En el preciso instante en que te das cuenta de que tu mente te ha llevado a fantasilandia, tomas el último pensamiento que ha aparecido y tiras hacia atrás para descubrir cuál fue su origen. Es sorprendente hasta dónde llega nuestra imaginación por el simple hecho de sentir el viento en el pelo, el olor de la parrilla de un restaurante o encontrarte una piedra en el suelo. Esto se acentúa cuando contemplamos a las personas y sus interacciones.

Contemplar esta cadena, no es siempre fácil ya que, a veces, parece ser infinita y es habitual perderse. Sin embargo, con la práctica, es posible percatarse antes, es decir, cazar pensamientos con menos eslabones. Creo que esta puede ser una forma más de observación interna y así poder «liberarnos» de tanto ruido mental y estar aquí y ahora.

Vuelvo a estar en Tailandia. Encontré un nuevo retiro de meditación del 11 al 19 en la isla de Ko Pa Ngan. Más, en breve.

Me encanta que los planes NO salgan bien

Como ya os conté en mi último post, no pude realizar el retiro de 11 días en Chaiya. En el momento en que me dijeron que no podía extender mi visado apareció en mí cierto sentimiento de disgusto y frustración. Llevaba unos 15 días seguro de que ese iba a ser mi siguiente paso, y no fue así. Después de observar dichas sensaciones y liberarme de ellas, planteé tres nuevas opciones: quedarme en Mae Sot y esperar a que amainara el temporal, volver a ir a Savannakhet (Laos) o bien dirigirme hacia Malasia.

Estuve tentado de quedarme un par de días en Mae Sot, pero me di cuenta de que, ésa, era la opción más sencilla de las tres. Después de varias semanas allí, construí un nuevo entorno confortable. Tenía amigos y una rutina estables que me «protegían». En cuanto llegué a esa conclusión, recordé cuántas ganas tenía de volver a moverme desde hacía unos días y que ese argumento estaba muy lejos de justificar una prolongación de mi estancia allí.

Quedaban, pues, dos opciones. Descarté Savannakhet casi desde el principio. No me apetecía cruzar Tailandia de oeste a este para terminar en una ciudad sin historia. Además, ir hacia allá no me facilitaba, en ningún caso, el poder visitar lugares a los que quiero ir.

El resultado es que, gracias a que mis planes no funcionaron, pasé 4 grandes días y medio en la isla de Penang, al norte de Malasia. Pude pasar tiempo a solas, pisar una playa por primera vez desde que estoy en el sudeste asiático, convivir a la vez con las culturas china, india y musulmana, gozar de suculentos manjares, conocer a un considerable número de mochileros solitarios y, como no, obtener mi nuevo visado.

Aceptar las situaciones tal cual se dan, independientemente de si se consuman o no los planes planes previstos, es liberador. No dejarte llevar por el revés de expectativas incumplidas, que sin querer generas ante cualquier circunstancia, permite ser menos reactivo cuando sucede algo no previsto. Es posible no quedarse anclado en el mar de dudas que surge en tu interior cuando tu plan perfectamente calculado queda en nada, y ponerte manos a la obra para definir un nuevo momento. Un ahora distinto.

No apegarse al resultado de una situación, ya sea «bueno» o «malo», incrementa nuestra capacidad creativa. La inexistencia de apego a esas sensaciones desagradables permite enfrentar la realidad de una perspectiva más objetiva, más neutra. El siguiente paso aparece prácticamente solo si nos dejamos fluir. En mi experiencia podría haber calificado negativamente el cierre de la frontera y quedarme encallado por el no cumplimiento de mis expectativas. Lo que me abría perdido…

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Siguiendo con una costumbre que inicié en Wat Pa Tam Wua, he ido apuntando las nacionalidades de la gente con la que me he ido cruzando estos últimos meses. Con Singapour, Egipto, Taiwan, Sudáfrica, Laos, Cambodja, China, Holanda, Macedonia, Italia, Suecia, Nueva Zelanda, Australia e Israel, suman 40 países distintos desde el inicio de este viaje.