Bastó una noche en el monasterio Suann Mokh para asomarme de nuevo al abismo de la soledad. Una sola noche en la que tuve una cura de humildad forzada. Temblé. Aparecieron mil dudas en mi cabeza. ¿No había sido ya capaz de trascender estas sensaciones? ¿La comodidad en la que mi cuerpo se había establecido estas últimas semanas, no era real? Podía percibir como mi mente volvía a transportarme a lugares inhóspitos y de lo más incómodos.
Saber que iba a pasar la noche en un dormitorio compartido a solas, me hizo añorar una presencia extraña. Quería tener a alguien ahí, que me liberase de esa sensación tan desoladora. Durante un rato anhelé silenciosamente a un compañero de suelo sin cara, ni voz, ni oídos. Tan sólo necesitaba un trozo de carne que llenase un saco de dormir, un bulto que me engañase y me hiciese sentir acompañado.
¿Por qué sufro?, ¿dónde está el origen físico de este nudo en el estómago?, me pregunté. ¿Será posible que teniendo todo lo necesario para vivir aquí me controle una sensación tan desagradable? Estaba bajo un techo, tenía comida y agua, me marchaba a la mañana siguiente y, además, ¡elegí yo mismo venir hasta aquí! ¿Qué miedos podían aparecer en ese escenario?
Sin pensarlo, volví a coger mi cuaderno. Aquél gran amigo que tanto tiempo había pasado conmigo en Pa’Auk Taw Ya volvió a darme las respuestas. Releyendo los aprendizajes sacados de los libros que leí y mis notas de cómo me encontraba entonces, recordé que el proceso que empecé entre 900 monjes, no tiene fin.
He aquí nuestra mente. Ella sola decide poner en la pantalla viejos recuerdos y situaciones futuras desfavorables en cualquier momento. No cuenta con nuestra opinión, para nada. El miedo y la sensación de soledad que sentí eran una ilusión. Sin más. No hace falta argumentar los porqués, eso sería anclarse en el pasado. Simplemente, es. Ha sido así desde que tengo uso de razón. La clave, como he dicho varias veces, está en tomar conciencia de este funcionamiento. Así, te liberas del apego a esos estados «imaginarios».
Me he dado cuenta de que no basta con llegar a vislumbrar el presente en momentos de calma emocional. Es necesario persistir en el esfuerzo de observación interna para seguir vaciando el contenido inservible de nuestras mentes, constantemente. Aunque parezca que todo está bajo control. Creo que así, y solo así, podremos ser capaces de vislumbrar lo que sucede dentro de nosotros en cuanto aparezca una roca en forma de pensamientos, emociones y sensaciones más intensos, no identificarnos con ellos y aposentarnos aquí y ahora definitivamente.
Por cierto, ha habido cambios. No me he ido de retiro. Mi idea para el martes día 30, era hacer un «visa run» a primera hora, es decir, cruzar la frontera a Myanmar situada a unos 12km de Mae Sot para extender mi visado de turista 14 días, y después dirigirme a la estación de autobuses para emprender el camino hacia el centro de meditación. Las inundaciones provocaron el cierre de la frontera.
Me encontré con una situación totalmente distinta a lo previsto. Mi visa caducaba el 3 de agosto, así que sabía no me aceptarían en el retiro, que terminaba el día 11. Era prioritario salir del país. Decidí irme hacia el sur igualmente. Pasaría por Suann Mokh para evaluar el terreno y decidir si era un lugar en el que pasar un tiempo después de renovar el visado. Si no hay cambios de última hora, no volveré. Estoy en Malasia.
Quina vida! Ara a Malasia!