Una hora

Tenía la idea de meditar en dos momentos de este viaje. El primero de ellos era hacer una estancia de un par de días en Wat Pa Tam Wua (el primer monasterio en el que estuve en 2013). Y, el segundo, hacer un retiro de 10 días en la isla de Koh Pha Ngan con mi amigo Pierre.

El pasado jueves 28, los dos planes se fueron al garete con un par de horas de diferencia. No entraré a describir los detalles de cancelación para no alargar este post más de la cuenta. Así pues, me centraré en resumir el proceso emocional que viví a partir de recibir la segunda noticia.

1. Frustración al ver la imposibilidad de seguir con el plan previsto.
2. Casi automáticamente apareció la tristeza.
3. Autocompasión y dudas: ¿por qué pasa esto? ¿Qué se supone que debo hacer en estos días en los que tenía previsto estar sentado meditando y en silencio? ¡Qué mal! El viaje se queda cojo de pronto.
4. Análisis urgente de opciones. Quiero meditar sí o sí y debo encontrar la manera.
5. Responsabilidad de estar en una fecha concreta en un lugar determinado. Gina, mi pareja, y mi tío Jaume aterrizan en Bangkok el día 19 de agosto y no me planteo que pasen un día en Tailandia sin estar a su lado.
6. Análisis de opciones sin urgencia.
7. Volver a Pa’Auk Taw Ya (monasterio de Birmania en el que viví algo más de dos meses y medio) se intuye como la mejor alternativa.
8. Calma. No reacción. Primero, llamo a Pierre. Luego, ya veré.
9. Aceptación no forzada de cualquier escenario posible, siendo los dos extremos hacer un retiro de 10 días como esperaba y/o no meditar en absoluto.

Todo este proceso ocurrió sin que puediera pararlo en ningún momento. Estábamos tumbados y queríamos echarnos una siesta, pero yo no pegué ojo. Decidí respirar para calmar mi mente y no lo logré. De hecho, me sentí muy agitado todo el rato. Mi ritmo cardíaco se alborotó.

Además, sentí impaciencia por dejar la mente en blanco y me frustró no conseguirlo. ¡Toma ya! Segundo proceso emocional en paralelo…

Es curioso, pero de pronto todo se aclaró. Me di cuenta de la película que había vivido en una hora. Sonreí al ver la inmensa capacidad de mi mente de llevarme a tales estados estando tumbado en la cama, con los ojos cerrados, tratando de dormir un rato.

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