En varios posts os animaba a que tratárais de dejar de pensar y centrárais toda la atención en las actividades menos extraordinarias de vuestro día a día. Una vez fuera del monasterio y de vuelta a la vida social, lo he puesto en práctica y he llegado a la conclusión que dejar de pensar conscientemente es prácticamente imposible.
Basé mis recomendaciones en lo que había entendido intelectualmente al leer los libros que colgué en el post Uno de libros. No lo había interiorizado a un nivel experiencial. Además, en la calma monástica era relativamente fácil hacerlo, porque el número de distracciones a las que me enfrentaba a diario tendía a cero. Fuera, es absolutamente distinto.
He aprendido que la atención al momento presente surge como consecuencia de vaciarte por dentro. Esto se consigue observando todos tus pensamientos, sensaciones y emociones, no forzándote a poner tu atención en una tarea o acción determinada. Así no logras que suceda de una forma natural. Y es agotador.
Creo que la clave para conseguirlo, es pararse y aprender a centrar toda nuestra atención en lo que pasa en nuestro ser, es decir, contemplar el ruido mental y emocional. Al hacerlo, dejas de involucrarte en el estado de ánimo que tu mente provoca. En definitiva, no te dejas absorber por pensamientos repetitivos o patrones de funcionamiento habituales en ti.
El ejercicio que más me funciona, es sentarme 30 minutos al día sin hacer nada. Nada de nada. Aparto todas las distracciones por un rato y contemplo el surgir y desaparecer de dichos pensamientos, sensaciones y emociones. Me doy cuenta de su impermanencia y eso me traslada a un estado de profunda paz y tranquilidad.
Una vez dejas ir el apego, tu identificación con la mente, ves que no hay nada dentro de ti, que solo son ilusiones y que, por tanto, solo te queda un lugar y un momento en el que fijarte, de forma natural: el aquí y ahora.
I les pastilles? que volen dir? no trobo el nexe del text amb la imatge.