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Afirmaciones

Las afirmaciones son una herramienta básica y sencilla para poder influir en la forma en que se generan nuestros pensamientos.

Son declaraciones positivas que buscan crear un cambio en aquellas áreas que sentimos desajustadas o en desequilibrio. Aunque no lo parezca, tenemos la capacidad de alterar a nuestra conveniencia aquellos pensamientos negativos que en algún momento se «engancharon» y se repiten como un disco rallado en nuestra cabeza.

Las afirmaciones funcionan por repetición y se asientan en nuestro inconsciente para acabar convirtiéndose en creencias.

No es necesario copiar las de nadie, ya que cada uno puede definir aquellas que mejor se ajustan a su realidad.

Su elaboración y uso es realmente simple:
– Frases positivas cortas
– En primera persona del singular
– En presente simple (no futuro)
– Podemos acompañarlas de visualización
– Pueden repetirse mental, verbal u oralmente (idealmente a diario al empezar y/o acabar el día)

Aquí tenéis un ejemplo:
– Afirmación destructiva: No me va a faltar de nada en la vida
– Afirmación constructiva: Vivo en la abundancia

La mejor forma que tenemos de saber si esta práctica funciona, es dándole una oportunidad y algo de tiempo, y valorar si algo ha cambiado en los mensajes que escuchamos en nuestra radio mental.

El cigarrillo de la impermanencia

Hubo un comentario durante la conversación que tuve con el Sayasaw (abad) del monasterio de Kalaw, que me llamó mucho la atención.

Estaba comentando los distintos tipos de meditación que existen y utilizó un ejemplo muy gráfico para que yo pudiera entender de una forma más profunda, cómo observar la ley de la impermanencia durante mis sentadas.

«Imaginemos a una persona inhalando una calada de un cigarrillo. El humo entra, y sale en la siguiente exhalación. Al cabo de unos segundos, repite la operación.

Aunque el movimiento parezca siempre el mismo, la realidad es que el humo de la primera calada ya no volverá. Jamás habrá dos idénticas…»

Este ejemplo busca explicar el modo de llegar a realizar la naturaleza de todas las cosas: nacimiento, existencia y cese.

Percibir este fenómeno en la quietud mental que se experimenta meditando, nos llevará a ampliar nuestra propia auto-comprensión.

La monja birmana que se hizo la sueca

Hoy, Thi Thi, la dueña de la fonda donde nos hospedamos, nos ha invitado a una celebración de Luna Nueva en el monasterio de Kalaw. Debían ser cerca de las 11.30 de la mañana.

Para empezar, nos ha llevado a ver como comían los monjes y ha insistido en que les sacáramos unas fotos. Lo cierto es que nos generaba un poco de apuro pero, vista su insistencia, hemos acabado accediendo.

A continuación nos hemos dirigido a un comedor de civiles ocupado por unas 100 mujeres y 5 hombres. Había un ajetreo constante y las mesas redondas, a un palmo y medio del suelo y de unos 6 comensales, rebosaban de distintos platos de comida de la etnia Shan.

Nada más entrar, hemos podido sentir como la mayoría de sus ojos nos escudriñaban ya que éramos los únicos foráneos. Gina parecía una rock star acompañada de un jugador de basket (jamás me había sentido tan alto).

Nos hemos sentado en el suelo, en una mesa ocupada por 4 mujeres que nos han recibido con grandes sonrisas y muestras de afecto. Parecía que ninguna de ellas hablaba una palabra de inglés, ya que Thi Thi nos hacía de traductora todo el rato.

Todo ha fluído así hasta que les he dicho que me dedico a dar clases de meditación. De pronto, los ojos de una de las mujeres, llamada Naing Naing, se han encendido y ha empezado a hacerme preguntas en inglés. ¡La muy monja se lo tenía callado! A los pocos minutos, me ha preguntado si estaría interesado en conocer al Sayadaw (abad) del monasterio y a su mano derecha. He dicho que sí sin dudarlo. Sentía cierta pereza por la barrera del idioma pero he tomado conciencia de ella, la he respirado y se ha desvanecido rápidamente. He mirado a Gina y ha asentido con la cabeza.

Primero hemos conocido al segundo de a bordo. La conversación, si así puede llamarse a lo que hemos tenido, apenas ha durado unos minutos. Hemos intercambiado varias sonrisas y nos ha despedido muy amablemente después de ofrecernos te y unos dulces locales.

En segundo lugar, hemos ido al kuti (aposentos) del Sayadaw. En un principio, pensaba que en 3 minutos estaríamos fuera ya que había poco o nada que hablar; pero se han convertido en 45 y hemos mantenido una larga e interesante charla de meditación, con Naing Naing como intérprete.

Bueno, más que una charla, yo le hacía preguntas acerca de mi práctica personal y él me aclaraba mis dudas. Hemos vivido un intercambio maestro-alumno que me ha hecho perder la noción del tiempo. Ha sido un encuentro inesperado y mucho más que provechoso que me ha dejado con una profunda sensación de satisfacción y creatividad.

17 pistas de lo que podemos esperar de un retiro de meditación

Hoy escribo este post en el tren que une la ciudad de Mandalay con Hsipaw, un bonito pueblo de montaña que ya visité en 2013. Tardaremos algo más de 11 horas en recorrer los 208km que separan estos dos puntos de la geografía birmana.

Gina, que es una viajera todoterreno de las buenas, se dejó llevar por mí y aceptó que viajáramos en la clase más baja posible. Esto nos está permitiendo compartir sonrisas y alguna conversación muy básica con nuestros compañeros de ruta, birmanos de clase trabajadora, mientras estamos sentados en bancos de madera.

Dudaba de si relataros los pormenores de mi experiencia en el retiro de Suan Mokkh, pero al final he decidido que con el vídeo que colgué el pasado día 12, es suficiente. Por contra, he pensado en resumir unos puntos que me parecen más útiles si decidís apuntaros algún día a un retiro silencioso de media o larga duración.

Aquí los tenéis:
1. Adaptación al horario, teniendo en cuenta: las horas de sueño (normalmente el día empieza y acaba más temprano de lo que estamos acostumbrados), los distintos tipos de meditaciones, los descansos y el ayuno parcial
2. Adaptación al espacio personal que se nos ofrezca y a la cama, especialmente si elegimos un retiro que proponga prácticas ascéticas relativamente severas y nos proporcione un colchón de madera o cemento
3. Toma de contacto con el lugar del retiro y establecimiento de rutinas
4. Saber que habrá días buenos y malos, algunos incluso pésimos
5. Certeza de que habrá meditaciones agradables, desagradables y neutras
6. Aparición de incomodidades físicas, mentales y emocionales
7. Convivencia con un aburrimiento duro y fluctuación de la motivación de seguir adelante con el retiro
8. No reacción a ideas buenas o malas. Podremos observar como dichos pensamientos vienen y van pudiendo algunos perder del todo su vigor, independientemente de que al inicio pareciesen los temas más vitales de nuestra existencia
9. Experimentación de forma más o menos recurrente de las 5 grandes trabas o dificultades de la meditación: pereza/somnolencia, impaciencia, deseo sensorial, duda y hostilidad
10. Percepción del tiempo como una variable no lineal. Algunos momentos parecerán infinitos y otros se nos escaparán de las manos sin que nos demos cuenta
11. Instantes de profundo bienestar, relajación e inspiración
12. Sentimiento de conexión con todo lo que nos rodea: naturaleza, resto de participantes y personas importantes de nuestra vida
13. Toma de conciencia de la ley de la impermanencia
14. Desarrollo de plena atencion (mindfulness), que se podrá comprobar especialmente por una mayor habilidad en percibir sutilezas
15. Profundización en nuestro autoconocimiento e incremento de la perspectiva interior
16. Incremento de serenidad y calma
17. Satisfacción inmensa al acabar el retiro causada, en gran parte, por la autorrealización de haber superado todas las dificultades aparecidas

Reflexiones en calma

Mi estancia en Pa Pae Meditation Centre y Wat Pa Tam Wua llegó a su fin. Ha sido interesante vivir la meditación sin silencio estricto de por medio durante estos 9 últimos días. La intensidad emocional y física ha sido menor, pero no me atrevo a afirmar que el número de «insights» que he tenido se haya reducido en la misma proporción.

Voy a aprovechar este post para dirigirme a aquellas personas que ya llevan un buen tiempo meditando, transcribiendo un pasaje del libro «Walk to be the knower», escrito por el abad de Wat Pa Tam Wua.

«Después de ver muchas veces la aparición y desaparición de la mente y el cuerpo, algunas personas pueden sentirse desencantadas con los estados emocionales porque se han dado cuenta de que la felicidad viene y se va. No es placentera de forma permanente. El sufrimiento viene y se va. No es desagradable de forma permanente.

Todo lo que aparece, desaparece. No es agradable, ni desagradable. La alegría y el dolor son igual de aburridos.»

El concepto clave aquí es el desencanto. Y es un estado íntimo, personal y, obviamente, transitorio. La realización de la ley de la impermanencia (de la que ya hablé en el post La ley de la naturaleza: todo es impermanente) puede ser bastante cruda, al principio, dando lugar a cierta apatía vital. Es como si, en un momento dado, todo perdiera interés.

Este proceso se da en un momento de falta de perspectiva. Tendemos a pensar que lo que vivimos será permanente, especialmente las situaciones menos agradables. Dicha proyección a futuro nos lleva a vivir estados emocionales de cierto desangelo.

Trascendido este proceso, podemos darnos cuenta como la neutralidad enfrente a las diferentes circunstancias que vivimos va tomando fuerza. Esto es, somo más capaces de percibir las cosas por lo que son. Sin juicios. Nos relacionamos de una forma más natural con la vida y, por tanto, nuestro ego va perdiendo fuerza.

Ganamos espacio interior. Podemos observar con mayor pausa todo lo que se mueva dentro de nosotros en cualquier circunstancia. Ver el aparecer y desaparecer de cada pensamiento, sensación física y emoción se vuelve sencillo y espontáneo y es vivido com calma. La presencia (o mindfulness) se hace patente.